La decisión de Hungría de abrir su frontera con Austria en septiembre de 1989 permitió a miles de habitantes de la RDA huir hacia la RFA
M.E. ALONSO | Madrid
Como símbolo ante las decenas de miles de ciudadanos de Alemania del Este que huían a través de Hungría, el entonces ministro de Asuntos Exteriores húngaro, Gyula Horn, y su homólogo austríaco Alois Mock, decidieron, el 27 de junio de 1989, cortar la valla de alambre de espino que había dividido ambos países. Se creaba la primera brecha en el llamado Telón de Acero.
Al éxodo de la población se le unió pronto una oleada de manifestaciones a lo largo de toda Alemania Oriental. El líder de la RDA, Eric Honnecker, se planteó una solución represiva. Pero las imágenes de la masacre de Tiananmen estaban muy recientes y Gorbachov no estaba dispuesto a permitirlo. Era el momento del cambio.
En los días siguientes los hechos se sucedieron. El 23 de octubre, tras la declaración en Budapest de Hungría como república soberana independiente, Eduard Shevarnadze propuso que la URRS no interviniese en los asuntos de la Europa Oriental. Ese mismo día, el portavoz de Gorbachov, Gennadii Gerasimov, anunció que la Doctrina Breznev había sido sustituida por la Doctrina Sinatra. Con ella se venía a proclamar que el Kremlin ratificaba los cambios en Polonia y Hungría, y animaba a los demás países a seguir adelante. Dos días después, el 25 de octubre, Gorbachov condenó duramente la Doctrina Breznev durante un viaje a Finlandia.
Honnecker fue sustituido por un comunista reformista, Egon Krenz, que decidió abrir el Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989. Tras el derrumbamiento de la RDA, se abrió un proceso de negociación entre las cuatro potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial y la RFA. El acuerdo 4+2 posibilitó finalmente el 3 de octubre de 1990 la reunificación de Alemania.