La pacífica revuelta checoslovaca llevó en diciembre de 1989 a la presidencia de la Asamblea legislativa al héroe de la Primavera de Praga, Alexander Dubcek, y a la jefatura del Gobierno a Vaclav Havel
MIRIAM GUTIÉRREZ | Madrid
En 1977 un grupo de intelectuales, siguiendo la línea del espíritu de la Primavera de Praga, publicaron un manifiesto en el que expresaban su disidencia con el régimen establecido. A finales de la década de 1980, se sucedían las protestas estudiantiles alentados por la política aperturista de la denominada Perestroika llevada a cabo en la URSS.
El 17 de noviembre de 1989, la difusión pública de unas imágenes que mostraban la brutal represión del régimen de Gustav Husak contra una manifestación pacífica de jóvenes, desencadenó importantes protestas que culminaron con la caída del Gobierno comunista. Tras la huelga general del 27 de noviembre y la falta del apoyo del aliado soviético, el Partido Comunista checoslovaco abandonó el poder.
La Revolución de Terciopelo obligó a dimitir a Husák y llevó a fines de diciembre a la presidencia de la Asamblea legislativa al héroe de la Primavera de Praga, Alexander Dubcek, y a la jefatura del Gobierno a Vaclav Havel, uno de los disidentes más famosos en la Europa comunista. Así, los nuevos dirigentes del país iniciaron el proceso de democratización, al introducir una economía de mercado y reincorporarse a Europa.