Pese a todas las señales positivas que ofrece ahora la nueva Alemania, una pesada división impera aun entre las viejas generaciones del Este y del Oeste germano
ENRIQUE MÜLLER, corresponsal en Alemania
En el marco espléndido de la plaza central de Erfurt y ante 150 mil personas, el entonces canciller Helmut Kohl pronuncio una frase célebre que fue recibida con una aclamación por la multitud. “A través del esfuerzo común lograremos transformar los cinco nuevos estados federados en paisajes florecientes donde valdrá la pena vivir y trabajar”, dijo el legendario político en un lejano 20 de febrero de 1990.
Kohl volvió a repetir su visión paradisíaca el 1 de julio de ese mismo año cuando entró en vigor la reforma monetaria y económica en la antigua RDA que introdujo el poderoso marco occidental en el país. La alegría duro pocos meses y la promesa se convirtió en una pesadilla para los 17 millones de habitantes. La infraestructura económica de la ex RDA desapareció y millones de personas perdieron sus trabajos. Para impedir una catástrofe social, el Gobierno introdujo el impuesto de la solidaridad, una medida extraordinaria que debía financiar la reconstrucción.
Veinte años después de la caída del muro y gracias a unos 1,2 billones de euros que fueron transferidos al antiguo sector comunista, los paisajes del antigua RDA, tal como prometió Kohl, han vuelto a florecer. Los pueblos y ciudades fueron renovados, la infraestructura industrial volvió a echar raíces, se construyeron carreteras y autopistas, las zonas industriales más contaminadas del planeta, como Bitterfeld, ahora lucen con orgullo un estatus de zonas libres de polución y la expectativa de vida aumento en seis años.
Impera la división
Pero a pesar de todas las señales positivas que ofrece ahora la nueva Alemania, una pesada división impera aun entre las viejas generaciones del Este y del Oeste germano. Los llamados Ossis admiten que la unificación les brindó nuevas libertades pero recuerdan con nostalgia y malestar que su modo de vida basada en el orden y el pleno empleo fue reemplazado por la inseguridad y una alta tasa de desempleo.
Los Wessis, en cambio, siguen creyendo que sus compatriotas del Este tienen mal humor, se quejan demasiado y son flojos a la hora de trabajar. Los Ossis, en cambio, califican a sus compatriotas del Oeste como avaros, egoístas y superficiales. No es raro entonces descubrir como lo hizo el instituto demoscópico Emmid, que un 49% de la población del Este sigue creyendo que la ex RDA tenía aspectos más positivos que negativos y otro 15% de la población quiere de vuelta el Muro porque dicen que se vivía mejor cuando el país estaba dividido.
El reflejo que ofrecen los institutos de opinión sobre la división tiene una expresión real en el difícil terreno de la política. El partido La Izquierda, cuyas raíces hay que buscarlas en el partido comunista de la RDA, conquisto en 2005 un 8,7% en las elecciones federales y hace tan solo un mes logro un 12,6%. La izquierda, con un eslogan que promete “derrocar el capitalismo”, es la tercera fuerza política del país, un milagro que solo se explica con las huellas que dejó el Muro que se vino abajo el 9 de noviembre de 1989.