La rápida transición de la planificada política económica y social comunista a la más variable economía de mercado ha llevado a unos desequilibrios que aún están en proceso de resolución
LUISMI CÁMARA | Madrid
La escapada hacia adelante de los países satélites de la URSS y de las propias repúblicas ex soviéticas no ha tenido vuelta atrás desde que en 1991 culminara el proceso de desmembración de la potencia que lideraba el Bloque del Este. La jerarquía mundial ha cambiado radicalmente y, si antes eran los norteamericanos y los soviéticos los que lideraban dos estilos bien diferenciados y dividían al mundo por la mitad, ahora han adquirido mayor peso económico otras superpotencias y se adivina el advenimiento de estados emergentes que apuntan al dominio mundial a medio-largo plazo.
El proceso evolutivo desde 1989 no ha sido fácil. Rusia ha visto cómo se le escapaba su privilegiado lugar de influencia en el mundo y cómo sus fieles aliados sometidos le daban rápidamente la espalda, acompañados de serios problemas internos económicos y de corrupción. Yugoslavia se fraccionó después de una dura y sangrienta guerra. Otros países, como Georgia, Azerbaiyán y Armenia, sufrieron con los conflictos armados de tipo nacionalista. Los menos, han vivido transiciones tranquilas con divisiones pacíficas, como Checoslovaquia.
Integración en la UE
La mayoría de los Estados que escaparon del monopolio comunista han visto en el capitalismo y en los países de la Europa occidental el ejemplo a seguir, y en la consolidada Unión Europea la balsa a la que agarrarse para no quedarse atrás y completar un proceso político y económico necesario para evitar la amenaza de una vuelta a tiempos pasados.
Al menos once de los países de la órbita soviética -una de ellas la RDA, que asumió la dinámica capitalista de la RFA en el momento de la 'fusión-absorción'- ya se han integrado en la Europa de los 27; muchos de los restantes – Albania, Croacia, Macedonia, Serbia,...- son reconocidos como candidatos oficiales a la UE. Además, el Pacto de Varsovia ha quedado en el olvido y la adhesión a la OTAN ha sido otro paso más para escapar de la influencia de Rusia, cada vez más aislada, y buscar la protección de la otrora enemiga organización.
Desequilibrios, emigración y crisis
Pero las consecuencias de la ruptura con el antiguo régimen no han sido todo lo positivas que se esperaban. La rápida transición de la planificada política económica y social comunista a la más variable economía de mercado llevó a unos desequilibrios, que aún se arrastran, en la repartición de la riqueza que potenció la creación de nuevos millonarios, el aumento de la pobreza extrema, el resurgimiento de mafias y la emigración hacia países europeos más estables.
Uno de los obstáculos para la admisión definitiva de los antiguos países del bloque como uno más en el área occidental son las democracias 'particulares', dirigidas por políticos con ramalazos autoritarios, que aún permanecen o que han vuelto aprovechando los tiempos de crisis, que radicaliza las ideas e idealiza épocas anteriores menos abiertas pero más seguras y predecibles. Veinte años después, el proceso sigue abierto.